ASA ha sido el punto de cambio

Anónimo - 25 AGOSTO, 2020

Soy adicto al sexo, en particular, a los desnudos y pornografía a través de internet. Tienen un poder irresistible, pese a que cuando la veo y me masturbo termino sintiéndome mal. Con los años he entendido que no es simplemente que tenga mucha energía sexual, como alguna vez me dijo una psiquiatra. A base de largas y repetidas sesiones de imágenes, creo que he distorsionado un instinto natural para convertirlo en otra cosa, un escape de la vida real, mi venganza preferida ante los problemas de la vida, el único premio que me interesa cuando algo sale bien. Aunque parezca una contradicción, creo que mi adicción al sexo no tiene nada que ver con el sexo, en el sentido tradicional del término. Lo que lo dispara no es una atracción natural por una persona, más bien son mis emociones mal gestionadas, mi interpretación claramente inmadura de la vida, pese a tener más de 45 años.  

Lo que más me llama la atención de lo que ocurre en mí en relación con esta adicción es la facilidad con la que me miento y la poca resistencia que soy capaz de aplicar ante la idea de volver a ver, siendo que he experimentado el arrepentimiento por mis conductas cientos, tal vez miles de veces. Cuando parece que he tomado la firme decisión de no volver a hacerlo, normalmente inmediatamente después de una borrachera visual de imágenes y masturbación, incomprensiblemente la justificación más débil es suficiente para repetir todo el ciclo de nuevo.

“Es como si no tuviera fuerza de voluntad”. 

A veces siento que es como si yo fuera dos personas diferentes. Cuando empiezo a ver, el mundo real desaparece, lo único que importa, la única motivación, lo único que parece existir es una especie de búsqueda existencial por la imagen perfecta, de la persona perfecta, de la edad perfecta, en la posición perfecta. Por difícil que parezca, a veces la encuentro, pero la felicidad me dura poco, pues vuelve a instalarse en mi mente la idea de que puedo encontrar una imagen mejor, tal vez de la misma persona o de otra y así puedo pasar todo un día o dos, no dormir para seguir buscando.

“En ocasiones, hasta levantarme al lavabo me parece una pérdida de tiempo, como si las imágenes se fueran a ir. El estado de intoxicación (casi como un zombi) me da la fuerza necesaria para pasar muchas horas sin comer”.

Cuando estoy en ese estado, lo único que deseo es poder pasarme toda la vida buscando y viendo. Cuando al final me masturbo, el descenso a la realidad es muy rápido, a diferencia de lo que sucedía con las drogas. De golpe, vuelvo a ser consciente de lo que tengo a mi alrededor. Me doy cuenta de las horas que he perdido, de los riesgos que he corrido. Me doy cuenta de que he vuelto a cometer el mismo error. Puedo en ese momento de claridad volver a ser yo y desear cambiar, pero al poco tiempo, vuelve a colocarse en la sala de control de mi cabeza el otro yo y todo comienza de nuevo. Las excusas más tontas son válidas si el objetivo es justificar volver a ver. En algún momento, cuando era más que evidente para mí que ya no podía seguir igual, la idea que derrumbó mis firmes deseos de parar fue:

“Como ya voy a parar para siempre, lo único que tiene sentido es volver a ver hoy”.

Esa excusa la utilice muchas veces más en los siguientes años de mi adicción.  

Aunque he tenido problemas de adicción al alcohol, al tabaco, a las drogas, a las compras, haciendo un análisis de mi vida me he dado cuenta que la primera adicción que tuve fue la del sexo

Con el tiempo, comencé a asistir a reuniones de ASA. Yo ya conocía los programas de 12 pasos, pues había logrado parar de beber asistiendo a un grupo de Alcohólicos Anónimos, pero igual me daba temor lo que podría encontrar ahí. Esos temores resultaron infundados.

“Hoy algunos de mis mejores amigos son del grupo, gente a la que prácticamente considero mi familia”.  

En SAA he encontrado el apoyo de personas que tienen problemas similares a los míos y con eso no me refiero al tipo de prácticas sexuales, sino a personas que experimentan ese mismo estado de confusión e incapacidad de resistir a deseos que les hacen daño. 

Algo que me gusta del grupo es que no me invitan a dejar el sexo, pues el sexo no es el problema, sino a dejar las conductas que no son sanas, para poder disfrutar de una vida sexual plena. 

“Me gusta el programa de recuperación que ofrece ASA basado en intentar ser honesto, ayudar a otras personas, mantener un inventario de mis acciones, entre otras cosas”.

Aunque no ha sido sencillo para mí, por repetir las palabras de un compañero del grupo, si antes la adicción era el mar y los periodos de bienestar eran pequeñas islas, al asistir al grupo esto se ha invertido. Para mí lo normal ahora es no repetir las conductas sexuales que me hacen sentir mal. Sin duda, esto se lo debo a la ayuda del grupo de ASA.